jueves, 8 de marzo de 2012

Historia de Galicia - 1



Baiona, España y las autonomías


José Manuel Otero Novas




El vigués José Manuel Otero Novas (abogado del Estado y ex ministro de Presidencia y de Educación en el Gobierno de Adolfo Suárez) reflexiona en este artículo sobre la historia de Galicia y España en un homenaje póstumo a su compañero Vicente Sierra Ponce de León, jurista e historiador vigués fallecido en septiembre de 2010, cuya figura fue reconocida ayer en Baiona. El siguiente texto es un extracto de su presentación del libro "Galicia tivo reis", que Vicente Sierra dejó escrito antes de su fallecimiento.


Han sido muchos los años en que al llegar a Baiona he tenido la fortuna de encontrarme con Vicente Sierra, y con Ani, su mujer, de saludarlos en su Casino partícular de la calle Elduayen ("1865"), de pasear con ellos de dialogar largo y tranquilo en la playa, de pasar revista a los acontecimientos, a los antiguos, a los recientes y a los porvenir.(…) A él acudía yo cada vez que quería saber o aclarar algo sobre Galicia, sobre Portugal, sobre Roma, sobre Marruecos, sobre multitud de asuntos; y era una auténtica delicia sentarse a escucharle en silencio, porque no solo derrochaba sabiduría, sino amenidad en su modo de hablar (…)
Toda persona culta, más aún si es gallega o tiene vinculación con nuestra tierra, debería leer el último y los anteriores libros de Vicente Sierra (…)

Los suevos

Le dije un día a Vicente que entiendo que al hablar de los reyes de Galicia se cite a los suevos porque, aunque extendieron su dominación a otros territorios, más o menos a lo largo del tiempo, Asturias, Cantabria, Bética, Lusitania, por el Este hasta Soria (Palencia cita Vicente), no dejaron de ocupar la antigua Gallaecia romana y tener a Braga como capital política principal.


Mas le añadí un "pero". Todos los pueblos primitivos, antes de constituirse en comunidades significativas, pasan por fases de tipo tribal que, con terminología política actual y por tanto ucrónica, podríamos calificar de independientes; y otro tanto ocurre cuando tras alguna fase de desastre y desintegración, la unidad vuelve a rehacerse a partir de núcleos disgregados y autónomos. Y yo comprendo perfectamente la querencia de los nacionalistas periféricos de España, de quienes ansían eliminar nuestro Estado, hacia esos concretos años de su historia; como comprendo a los hombres maduros que te hablan siempre de sus hazañas infantiles o juveniles. Acepto los adornos, la admiración romántica, incluso la exageración. Pero lo que no es admisible es que inventen una realidad distinta para sobre ella sustentar una posición política determinada.


Y concretando aquí y ahora, aunque, como bien destaca Vicente, las informaciones que tenemos sobre los suevos son cortas, incompletas e incluso a veces confusas, quizá porque la vida nunca es lineal, no puedo compartir el delirio de algunos paisanos nuestros que hablan de la época sueva como tiempo estelar de Galicia.
Los suevos, igual que los demás pueblos bárbaros establecidos en Europa, invocaron las leyes romanas de la hospitalidad y llegaron a pactos –"arranxos" o "modus vivendi" según Vicente–, con los poderes teóricamente subsistentes del Imperio.
Ellos eran minorías. Según datos de algún autor que yo leí, 200.000 vinieron a la Peninsula Ibérica que entonces estaba poblada por 10 millones de hispanoromanos (…)
En todo caso los invasores eran una minoría, menos del 5% de la población invadida. Pero eran una minoría coherente, decidida, esforzada, sacrificada, unida, que no dudaba usar las armas y matar, frente a una mayoría hedonista, relajada, pegada a su bienestar, pacifica, tolerante y dividida. Y esa minoría de los 200.000 finge llegar a unos pactos de hospitalidad que realmente impone y que, no solo les da a ellos el poder político y militar, sino las 2/3 partes de las tierras cultivables de España, dejando para los 10 millones de hispanos, el tercio restante; los amos pasan a ser siervos y los siervos amos. Esa vuelta a la tortilla se dio en toda Europa; y volverá a darse en el futuro si no reaccionamos a tiempo, como sucedió en Roma.


Y eso es sustancialmente lo que ocurrió aquí con los suevos. Aunque Vicente en su libro no les dedica ninguna palabra ácida y elogia alguna de sus trayectorias, no oculta que, "bajo la apariencia de una convivencia pacifica", nuestros antepasados tuvieron que entregar a la nueva aristocracia, a los "nuevos amos", "las mejores tierras, ganados y bosques" (…).

Autonomías

Algunos de ustedes saben que con acierto o sin él yo he sido coautor del llamado Estado de las Autonomías en España.
El centralismo liberal del siglo XIX, al que se sumó el intervencionismo de la primera mitad del XX, más el control propio del régimen de Franco, era manifiestamente excesivo haciendo racionalmente necesaria una descentralización; y también era preciso un mayor respeto a los peculiares modos de ser, de estar y de hablar de los españoles.
Dicho ello, el Estado de las Autonomías que aún está escrito en la Consitución, es decir, el sistema del que yo soy responsable, y lo que hoy existe en España, son diferentes.


Pongamos el ejemplo de la lengua en la enseñanza. Las primeras normas de desarrollo del artículo 3 de la Constitución española están en el BOE con mi firma. El franquismo solo permitió la enseñanza de las lenguas vernáculas con carácter voluntario; mis Decretos, aplicando el respeto y protección constitucional, implantó la obligatoriedad de la enseñanza de las dos lenguas cooficiales donde existieran.


Y el franquismo imponía la enseñanza a todos en lengua castellana; mientras que las normas que yo promoví establecieron el derecho de todos los ciudadanos a optar por la enseñanza en cualquiera de las dos lenguas oficiales de su territorio, porque eso es lo que claramente se desprende de los arts. 3 y 27 de la C.E. y del 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Sin embargo hoy, en muchísimos casos, los ciudadanos no pueden optar por recibir enseñanza en castellano; en este aspecto, lo mismo que en el franquismo pero al revés.


La primera causa para esta desviación respecto del texto constitucional, fue en los 80 la generalización, uniformizacion y aceleración del proceso, ante el que yo protesté, en privado y en público, como contrario al espíritu de la C.E. Y porque inevitablemente provocaría una espiral diabólica de emulaciones y diferenciaciones sucesivas que nos conduciría a metas entonces indeseadas en las que ya estamos.
Luego las sucesivas mutaciones constitucionales producidas de hecho por gobiernos que han rechazado el consenso en temas básicos con el otro gran partido nacional y prefirieron que el 80% del pueblo español, fuera arrastrado por la voluntad de grupos nacionalistas periféricos y minoritarios, y también jurídicamente por un Tribunal Constitucional que parece creerse titular de la soberanía nacional y que es utilizado por algunas fuerzas políticas como si lo fuera.
Sin darse cuenta de que las mutaciones constitucionales, con abundante doctrina favorable en la Alemania de comienzos del XX, es lo que permitió el establecimiento pacífico, legal, constitucional y democrático del totalitarismo nazi; y sin recordar que en España, siempre que hemos desatado, como ahora las tendencias a la autodetermnacion, en los 30 del XX, en los 70 del XIX, en los 40 del XVII, siempre fuimos a traumas que quisiéramos no haber vivido.

Pernicioso para Galicia

El asunto es especialmente pernicioso para Galicia, porque desde mediados del XIX, los gallegos, como los ciudadanos de algunas otras regiones de España, nos hemos sacrificado pagando más caros los textiles, los productos metálicos y otros, como consecuencia de unos aranceles protectores que mejoraban la industria española, singularmente situada en Cataluña, País Vasco.


Vascos y catalanes fueron quienes demandaron un nacionalismo económico hispano, hasta el punto de que el culmen del proteccionismo arancelario español lo marcó el Decreto de 1920 del catalanista Cambó que se mantuvo sustancialmente hasta 1960 cuando Franco preparaba la solicitud de ingreso en el Mercado Común Europeo.


Yo no lamento los sacrificios que hicimos en pro del progreso de España y para que nuestro país alcanzara un papel importante en la economía mundial. Aunque el beneficio mayor fuera para otros españoles. Que fueron los grandes beneficiarios tambien del centralismo.
Los datos desmienten a la retórica: cuando Franco muere, en cabeza de la renta per cápita de España estaban las Provincias Vascongadas y Catalanas; y aparte de 50 km de Madrid hacia el Norte y otros 50 de Sevilla para el Sur, no había más autopistas que las vascas y catalanas.


Por eso no es éticamente admisible que ahora, cuando la UE nos impide tener aranceles con la gran mayoría de las naciones con las que comerciamos, vascos y catalanes nos digan que quieren disfrutar separadamente de la prosperidad que han alcanzado con nuestro sacrificio, que incluso quieran eliminar la mínima solidaridad entre españoles de tener un sistema fiscal común, que nos echen en cara unas balanzas fiscales en las que computan como pagado por ellos el IVA que nos repercuten a los gallegos, o a los andaluces o extremeños en los productos que siguen vendiendonos; y en las que consideran como sacrificio regional las cuotas superiores que los ciudadanos de su Comunidad con ingresos superiores pagan por razón de esos mayores ingresos, igual que quienes vivimos en otras lugares de España.


Toda España sale perdiendo con un Gobierno central tan debilitado como los que tenemos; otras naciones, que no son hermanas de la caridad, se aprovechan de ello; los gallegos lo sufrimos singulamente en la leche, la pesca, los astilleros...


Tengo un amigo, hijo de víctima de Eta y que no obstante fue derivando hacia el nacionalismo vasco. Alrededor del 2000 me transmitía cada poco su queja de que los españoles no les comprendemos, porque ellos son diferentes, con sus antiguos y propios Fueros; yo solía marginar la cuestión y saltar a otro tema.


Me lo vuelve a decir telefónicamente estando yo en Baiona, en la ventana de mi casa. Al repetirme su discurso le expliqué que enfrente de mi estaba la Fortaleza de Monterreal. Que en la segunda mitad del XV muchos dirigentes gallegos eran contrarios a Isabel la Católica porque preferían la unión de Castilla con Portugal y, precisamente, en Monte do Boi los nuestros fueron derrotados y sometidos a la reina castellana, pero no por soldados mesetarios, sino por tropas vascas, las mismas que para Castilla ganaron la batalla de Toro contra los portugueses.


Le añadí que asimismo desde mi ventana, un poco más hacia la derecha, se ve un monumento a Alfonso IX de Leon, el rey que convocó las primeras Cortes que se conocen en Europa, antes de las inglesas.
El rey que amplió y consolidó el Fuero o Carta Puebla de Baiona , 65 años antes del Fuero Antiguo de Navarra, 172 años del primitivo Fuero de Ayala y 251 años antes del Fuero Viejo de Vizcaya; Fuero de Baiona que no fue redactado en gallego, como tampoco se conoce que se escribieran en euskera ninguno de los Fueros vascos ni navarros.


Digo ahora de pasada que era un rey muy vinculado a Galicia, que tuvo su Corte en Allariz, como nos dice Vicente Sierra en su libro, muerto en Sarria de Lugo haciendo el Camino de Santiago, conocedor de la incipente lengua gallega que llegó a utilizar en 1228 para redactar el Fuero de Castro Caldelas; y que sin embargo, al firmar o sellar el Fuero de Baiona parece que en la Isla Norte de las Cíes, escribe el nombre de nuestra Villa con y griega, no latina, pues no en vano aquí estuvieron los griegos antes que los romanos;


Este rey, seguí explicándole a mi amigo, también se hizo famoso porque, por rencillas familiares, fue el único lider de la Cristiandad española que no acudió a combatir a la decisiva batalla de las Navas de Tolosa contra los musulmanes almohades, bajo el liderazgo del Rey Alfonso VIII de Castilla.
Y en aquellos combates, en los que leoneses y gallegos no dejaron de participar, aunque sin su rey, en vanguardia, en el vértice del triángulo que formaban los ejércitos cristianos, actuaron con gran valentía los vizcaínos dirigidos por su Señor don Diego Lopez de Haro, mientras que los navarros del rey Sancho consiguieron quebrantar las cadenas del campamento de Miramamolin, el caudillo islámico, cadenas que desde entonces se incorporaron al escudo de Navarra.
No le argumenté nada. No se si le convenció mi mensaje implícito, pero mi amigo no volvió a hablarme de la no españolidad de los vascos y al año siguiente me llamó para contarme que había venido a Baiona y que esta tierra era espléndida (…).


Domingo 21 de agosto de 2011


http://www.farodevigo.es/opinion/2011/08/21/baiona-espana-autonomias/573222.html

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