sábado, 24 de abril de 2010

ECONOMIA - 2 (La historia inacabada del euro - Pedro Montes)



Diego Guerrero: LA HISTORIA INACABADA DE LA IZQUIERDA
- Profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid
(Reseña del libro de Pedro Montes: La historia inacabada del euro, Madrid: Trotta, 2001)


Diego Guerrero: LA HISTORIA INACABADA DE LA IZQUIERDA

La Historia inacabada del euro consta de cinco capítulos donde el autor va acertadamente entremezclando los análisis de la economía europea y de la economía española desde la época de las crisis del Sistema Monetario Europeo que casi coincidieron con el Tratado de Maastricht. En opinión del autor, la introducción del euro puede considerarse un "parto prematuro" (p. 22), y, si se me permite jugar con la metáfora, yo añadiría que del libro de sesprende que se trata de un parto en un contexto de inestabilidad familiar donde el matrimonio no del todo bien avenido que forman los 15 países de la UE parece estar abocado a sufrir nuevos abortos, desbarates y/o sietemesinos, debido a las desavenencias existentes entre los múltiples cónyuges actuales, que se están viendo empujados por el pater familias, Alemania, a una expansión que no sólo es más propia de un harén oriental --la ampliación hacia el Este-- que de una educada y conservadora buena familia cristiana occidental, sino que corre el riesgo de dirigir esta convivencia hacia un campo de minas a punto de estallar, ya que la estrategia elegida "es lo mismo que renunciar a la unidad política europea" (p. 17). Esto, además de suponer grandes riesgos para la evolución futura del euro, significa que la economía de la UE estará liberada de cualquier atadura política que permita suavizar la dureza que la unidad económica tiene para los sectores económicos más débiles --los trabajadores y sus representantes ideológicos de izquierda-- si no se ve frenada por el bozal institucional que suponen las medidas sociales tomadas por los gobiernos, máxime cuando todo ello se realiza en el contexto de una ofensiva neoliberal contra los derechos sociales adquiridos por la ciudadanía europea (y española).



Tres son, a mi juicio, las grandes aportaciones de este importante libro a las que el lector debería prestar especial atención:



1. Señala correctamente los peligros que supone el euro para las economías europea y española. En efecto, el autor insiste en que el destino final del euro es todavía una incógnita, ya que aparece viciado desde su nacimiento por haber sido el fruto de una voluntad puramente "política" más que de la maduración de las condiciones económicas dentro de la UE. Señala con acierto que los cambios fundamentales que introduce la Europa del euro son la fijación de un tipo de cambio irrevocable y de una política monetaria única (con el consiguiente traspaso de soberanía desde los bancos centrales nacionales al banco central europeo), que actuarán como una inmisericorde camisa de fuerza cada vez que las economías más débiles de la UE --entre las que se cuenta España-- se vean sometidas, por su inferior posición competitiva, a los embates de la violencia competitiva creciente en el mercado mundial y a los potenciales factores de crisis a ella asociados.



2. El autor lleva a cabo también un coherente análisis de clase de la Europa neoliberal, haciendo resaltar los hitos y aspectos más relevantes en el proceso de construcción desarrollado desde Maastricht hasta la introducción definitiva del euro (que tendrá lugar en los próximos meses). En este sentido, aparece el Pedro Montes que tanto desde su puesto de trabajo en el Servicio de estudios del Banco de España como en el seno de CCOO y en la dirección de Izquierda Unida y otras organizaciones de la izquierda ha dejado oír su voz en defensa de los trabajadores y en contra de las estrategias antiobreras de los capitalistas y de las políticas económicas desplegadas por los gobiernos que están a su servicio.
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- A veces la crítica de la Europa unida no es del todo objetiva. Por ejemplo, se achaca al "mercado único" que sea un "marco propicio para degradar los derechos laborales y sociales" (p. 97), olvidando que Japón y Estados Unidos nos han demostrado durante décadas que no hace falta un mercado único para dicha degradación. O se achaca al euro "la necesidad de implantar políticas regresivas desde el momento en que las pérdidas de competitividad (...) no podrán compensarse a través de la devaluación de las monedas (...)" (p. 98), como si en el Reino Unido o en Argentina no se usaran estos mismos argumentos sin necesidad de recurrir al euro. Es verdad que el tipo de cambio inamovible y la política monetaria centralizada son mecanismos que facilitan la uniformación política y económica, pero lo son más como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas sociales que como consecuencia de una lógica puramente capitalista. La "preservación de la competitividad por la vía de aumentar la explotación de los trabajadores" (p. 137) es una carta que tiene en la manga la Europa del euro, por supuesto, pero que también tenían, antes del euro, los capitalistas europeos y españoles y sus gobiernos.
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La izquierda española y europea tiene que aclarar sus ideas si pretende que la población le haga caso. Por ejemplo, si se escribe que "la libertad absoluta de los movimientos de capital (...) han generado una densa nube financiera, cuya intrínseca inestabilidad constituye un rasgo esencial de la actual situación económica mundial" (pp. 193-4), hay que aclarar a continuación si lo que a uno le preocupa es la "libertad absoluta" de esos movimientos de capital (lo que reclaman los neoliberales), o sólo controlar su excesiva "libertad" o el excesivo "movimiento" de los mismos (los socialistas, es decir, los liberales de hoy), o bien, como en el caso de Marx y sus pocos seguidores contemporáneos, le preocupa a uno el capital y su existencia. No se puede decirle a la gente que tiene que ser de izquierda y a continuación enseñarle que ser de izquierda es defender lo que defienden un Soros, un Tobin o un Cavallo. No se puede santificar al liberal Keynes para tener un arma con la que atacar al liberal Hayek. Los liberales de izquierda y de derecha (véase el caso de Toledo y Vargas Llosa en Perú) siempre estarán juntos por la falsa libertad, hueca, formal y burguesa. Los críticos del liberalismo debemos estar a favor de las libertades llenas de contenido, concretas, reales y antiburguesas.
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[1] La última fase del libro consiste precisamente en la afirmación de que al euro le espera un futuro peor "tanto en el Estado español como en el resto de los países europeos" (p. 196).


URL - EURO - 1

jueves, 15 de abril de 2010

Volcán Eyjafjallajokull






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miércoles, 14 de abril de 2010

"En España nos faltó la guillotina"

Arturo Pérez Reverte

Antes de que trescientos mil ejemplares de El asedio (Alfaguara) tomen el próximo miércoles las librerías de España, Arturo Pérez-Reverte se fue a navegar solo, “nada, fui a Ibiza y volví”, para pertrecharse de la soledad y los silencios que le van a faltar en la vorágine de promoción en la que ya está metido. Ha trabajado duro dos años, dice este marino lector “que ocasionalmente escribe novelas”. Dos años de ensamblaje, después de tanto ir y venir, y leer, y pisar Cádiz. Cuenta Pérez-Reverte que El asedio es una novela moderna con personajes y sucesos de dos siglos atrás. Con esa vehemencia imposible que se gasta, cuenta, como verán, muchas más cosas. El Cultural publica hoy en exclusiva un capítulo de la novela.

Ha escrito Pérez-Reverte una novela con todos los palos de su baraja y los triunfos que viene acumulando de sus partidas anteriores. El asedio es una novela de misterio, de mar, de amor, de política, de ciencia y de historia de España, por decirlo a la velocidad con la que Arturo habla. Es el relato de un gran fracaso. La historia de un mundo que se acaba y otro que no llega a nacer. Poblada de personajes con vidas derrotadas, entre los que destaca esa Lolita Palma que bien pudiera ser una Jane Austen enamorada del Cayetano Rivera de la época. Comerciantes avispados, artilleros franceses, jovencitas asesinadas, corsarios, policías corruptos y mucha pólvora completan la escena. Ya se sabe que en las novelas de Pérez-Reverte pasan muchas cosas. Estamos en la Cádiz de 1811.

- ¡Qué Cádiz! ¿Era, efectivamente, la ciudad más liberal de Europa?
- Lo era, lo era. Pero esta novela podía haberla situado en Troya, en el Leningrado cercado por los nazis, en el Madrid de 1936 o en el Sarajevo del 92. El problema que se plantea es un conflicto moderno. Pero Cádiz me daba unas características especiales: es una ciudad sometida a los vientos, con una topografía muy definida que no ha cambiado apenas en dos siglos: pones un mapa de hoy sobre un mapa del siglo XVIII y coincide casi exactamente. Todo eso me permitía moverme por ella con mucha seguridad. Es decir, Cádiz tiene esos elementos climatológicos, urbanos, arquitectónicos y geométricos que se adecuaban a mi historia.

"Lo que España tenía que haber sido y no fue"
-Además preparaba una constitución... Históricamente vivía una etapa importante...
- Sí, pero yo no quería contar eso. Eso ya lo contó Galdós y lo contó muy bien, y lo contó Ramón Solís, en Un siglo llama a la puerta, también muy bien. Yo no quería reescribir una novela histórica sobre Cádiz. Habría sido estéril, absurdo... Yo quería escribir mi novela, y que pasara en Cádiz. Una Cádiz que fue el ejemplo de la España que pudo ser y no fue. Donde la aristocracia no era de nobles, ni siquiera de dinero, sino de comerciantes, una aristocracia moderna, comparable a la Inglaterra o la Holanda de entonces, y con una clase dirigente abierta, liberal, que viajaba, que hablaba idiomas, donde la religión no era un elemento determinante, donde la política estaba supeditaba a la economía, y no al revés.

- Y era ese mar, lleno de comerciantes y corsarios, de intrigas, contrabandistas y asesinos el que lo hacía posible, ¿no?
- Sí, claro, ese continuo contacto con la civilización, con la cultura, con el comercio, con la guerra, con lo que venía de fuera, tanto libros como periódicos. Su relación ultramarina con las colonias de América hacía de Cádiz una ciudad especial, que no tenía nada que ver con el resto de España. España era entonces un lugar cerrado, oscuro, donde estaban los curas, los reyes, los ministros, y la aristocracia corrupta y acabada, mientras que Cádiz era moderna, abierta, y era el mar, sí, el que la hacía posible. ¡Me entristecía tanto pensar, mientras manejaba toda esa documentación de la época, lo que Cádiz era, lo que España tenía que haber sido y que no fue por nuestra estupidez de siempre...!

España es un país históricamente enfermo
- Cádiz como metáfora de la gran ocasión perdida. ¿Por qué se truncó la historia?
- Porque España es un país históricamente enfermo. Se ve muy bien en cuanto escarbas un poco en la historia: desde Indíbil y Mandonio, los Austrias, la Ilustración... Hasta ahora mismo... Mira cómo nos estamos cargando la democracia. En cuando se empieza a perfilar una España distinta, esa España que empieza a ser posible, la destruyen los mismos españoles: la arrogancia de unos y el fanatismo de los otros. En Cádiz, los constitucionalistas liberales no supieron ver lo que era posible y no era posible. Quisieron hacer una constitución radical de la noche a la mañana, y eso era imposible. La misma constitución tenía el gen de su destrucción. Y cuando lees las actas de los debates, ves cómo se odiaban unos a otros, cómo se puteaban, cómo usaban la Prensa como arma arrojadiza... cómo ese esquema dialéctico, terrible y destructivo, se va reproduciendo en el siglo XIX, XX y XXI. El oportunismo político ya se da en la Constitución de Cádiz. Es desolador ver cómo el español repite los errores, cómo se carga lo que se le ponga delante.

- ¿Hasta qué punto El asedio es una especie de balance, de fin de ciclo como escritor, después de estos veinte últimos años?
- Sí, lo es. Quería escribir una novela en la que de alguna manera estuvieran todas mis novelas anteriores y cupieran en ella todos mis lectores; no una novela total, que me parece una palabra pedante, pero sí lo bastante amplia como para que cualquier lector de mis distintas novelas tuviera un eco de las otras; una novela, si quieres, de madurez, con todos mis trucos, mi experiencia....

- Y su memoria, su memoria histórica particular...
- Sí, al fondo está España, como siempre. Más diluida que en Un día de cólera, Trafalgar o Alatriste, indudablemente. Pero no es una novela didáctica. Yo no quería contarle al lector lo que era España entonces, sino mover a mis personajes por esa España, de manera que al lector, mientras los acompaña, se le esté quedando pegada casi sin darse cuenta cómo era aquella España y ese mundo fascinante.

La memoria analfabeta es muy peligrosa
Pérez-Reverte se embala. No es que le duela España, es que le indigna su incultura, su falta de espíritu crítico. Se revuelve porque, dice, un país inculto no tiene mecanismos de defensa, y “España es un país gozosamente inculto”. Tiene el escritor en la punta de los dedos las batallas, los hombres, las tragedias que han hecho la historia para apuntalar sus argumentos.

- Mi memoria histórica tiene tres mil años, ¿sabes?, y el problema es que la memoria histórica analfabeta es muy peligrosa. Porque contemplar el conflicto del año 36 al 39 y la represión posterior como un elemento aislado, como un periodo concreto y estanco respecto al resto de nuestra historia, es un error, porque el cainismo del español sólo se entiende en un contexto muy amplio. Del año 36 al 39 y la represión posterior sólo se explican con el Cid, con los Reyes Católicos, con la conquista de América, con Cádiz... Separar eso, atribuir los males de un periodo a cuatro fascistas y dos generales es desvincular la explicación y hacerla imposible. Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida, me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. Yo quiero a alguien culto que me diga que el 36 se explica en Asturias, y se explica en la I República, y se explica en el liberalismo y en el conservadurismo del XIX... Porque el español es históricamente un hijo de puta, ¿comprendes?

- Hombre, Arturo...
- Sí, el español es históricamente un hijo de puta, pero para comprenderlo, para aceptarlo, para quererlo, con lo bueno y lo malo -ahí está también su generosidad, su capacidad de olvidar y de perdonar, de empezar de nuevo- hace falta conocer sus tres mil años de desarrollo y no un pequeño periodo en el cual por sí solo no explica nada.... Me parece muy bien la Ley de Memoria Histórica, pero necesita tener una letra pequeña, un apéndice que la contextualice... Yo soy de Cartagena, y en Cartagena, que era zona roja, hubo de todo, hubo represión brutal de los milicianos y represión brutal de los falangistas. Y a mí, cuando era pequeño, me contaron las dos represiones, las dos; por eso, hablar de unos buenos y otros malos a estas alturas... Cualquiera que haya leído historia de España sabe que aquí todos hemos sido igual de hijos de puta, TODOS.

“¡No me cuentes historias!”
- No sé si sólo es cuestión de incultura...
- Si este país no fuese un país analfabeto, cuando a la gente le dicen: estos son los buenos y estos los malos, diría, ¡no me cuentes historias, que yo sé muy bien de qué estamos hablando, que yo he leído, que sé que no, que sé que los carlistas, y sé que los isabelinos, y sé que Fernando VII y sé que la Constitución, y sé que los nacionales, y los rojos, y sé que los socialistas, y sé que los comunistas... Que yo sé! El problema es que España es un país inculto, España es un país gozosamente inculto, es un país deliberadamente inculto, que disfruta siendo inculto, que hace ya mucho tiempo que alardea de ser inculto, y con gente así, esa Ley de Memoria Histórica es ponerle una pistola en la mano. No estamos preparados para leyes como ésas.

“¿Sabes realmente cuál es mi lamento histórico? Es que aquí nos faltó una guillotina al final del siglo XVIII. El problema de España, a diferencia de Francia, es que no hubo una guillotina en la Puerta del Sol que le picara el billete a los curas, a los reyes, a los obispos y a los aristócratas... y al que no quisiera ser libre le obligara a ser libre a la fuerza. Nos faltó eso, pasar por la cuchilla a media España para hacer libre a la otra media. Eso lo hemos hecho luego, hemos fusilado tarde y mal, y no ha servido de nada. El momento histórico era ése, el final del XVIII. Las cabezas de Carlos IV y de Fernando VII en un cesto, y de paso las de algunos obispos y unos cuantos más, habrían cambiado mucho, y para bien, la Historia de España. Nadie lo hizo, perdimos la ocasión, y aquí seguimos todavía, arrastrando ese lastre que nos dejaron aquellos que sobrevivieron y que no tenían que haber sobrevivido”.

Se acerca un lector devoto, ignorante de la gravedad de la situación, preguntando por su próxima novela. Otro, más tarde, le pide que le firme Cuando éramos honrados mercenarios, que lleva en su mochila. Al escritor le ruborizan los elogios y quiere que termine la escena vaporosa lo antes posible. Aparece el gran tímido que lleva dentro, tan alejado del bravucón que se mete en mil batallas. “Estas muestras de afecto me hacen sentirme mal, sentirme responsable, yo sólo soy un tipo que escribe, que mete mensajes en una botella sin esperar retorno”.

Ajuste de cuentas con el mundo
Siempre he creído que Pérez-Reverte habla como sus rudos personajes, pero que es él quien se parece a ellos, y no al revés. “La literatura -dice- es como el alcohol: nadie pone lo que no tiene. O lo robas, o lo tienes. Y a mis personajes los he hecho yo. No he bebido en fuentes documentales solamente. Es mi propia mirada sobre el mundo la que vierto en los libros. En ellos está mi sentido de la amistad, de la vida, de la muerte, de la lealtad. Creo que soy un escritor coherente”.

-Esa fama tan cimentada que lo acompaña, fama de independiente y libre, también de cierta chulería...
- ¿Y qué tiene de malo eso?
- ...fama de hombre herido...
- Herido no... ¿por qué? Bueno, acaba la pregunta...

- ...de estar en un continuo ajuste de cuentas con el mundo.
- Es que a mí el mundo que he visto no me gusta. Sí, es verdad, estoy herido por el mundo. Mi vida ha sido una sucesión de haitís... Y de Haití es tan culpable el azar como la estupidez de los hombres... y en mi vida, en mis artículos y en mis libros intento ajustar cuentas con el uno y con el otro. Porque a mí me han hecho los libros que he leído y las cosas que he visto. Y los libros me han servido para digerir e interpretar las cosas que he visto. Sin los libros no habría podido sobrevivir personalmente a muchas de esas tragedias que he visto, a Sarajevo del 92, al Beirut del 76, a Eritrea del 77. Esa colección de fotos, de fantasmas, de haitís que tengo en la memoria, sin esos libros como analgésico, como clave, me habría sublevado, estaría disparando contra la gente. Los libros me han dado cordura. Me han hecho digerir lo indigerible. Sin todos esos libros, estaría perturbado seriamente, sería una persona muy desagradable.

Todo Titanic tiene su iceberg
-Las cosas parece que han cambiado poco desde su Territorio Comanche de hace 20 años.
-El hombre moderno se niega a aceptar las reglas: el mundo es un lugar peligroso, hostil, todo Titanic tiene su iceberg, y nos negamos a verlo. La gente se deja timar por las agencias de viaje que hablan de lugares paradisíacos, pero el mundo es un sitio muy jodido. Es que los barcos se hunden, y los virus te infectan, y las balas te matan... es asombroso que la gente se niegue a aceptar que el mundo es un lugar así, pero los viejos lo sabían y nosotros lo hemos olvidado. Mira el cuadro de Brueghel el Viejo del Prado: esos viejos lo sabían, y con nuestra estupidez lo olvidamos todo y pagamos el precio de ese olvido. Y oímos: “¡Que me saquen de aquí!... ¡Que el gobierno intervenga!...” Pero, gilipollas, ¿por qué te has metido?

“El mundo es un sitio muy duro, sí”, remata el escritor, y continúa: “Pero, escúchame una cosa: cualquier médico de urgencias de un hospital, cualquier penalista que se pasea por la cárcel, cualquier chica que trabaje con marginados conocen la dureza del mundo. No hace falta ir a la guerra... Esto que tenemos aquí, en Occidente, es la excepción, el mundo real es aquello. Y ya no estamos preparados para defendernos frente al mundo."

Un trabajo, no un don divino
-Hace tiempo le oí decir que nunca pertenecería al mundo hipócrita, falso, lleno de envidias que es el mundo literario. “Prefiero -recuerdo que decía- estar fuera de todo esto y estoy muy feliz de no deber nada a nadie, en el terreno literario”.
- Ya ves que he sido coherente, que han pasado los años y he seguido mi camino. No debo nada, no, pero por eso no me creo mejor que nadie. Simplemente, no pertenezco a ese mundo; no voy a veladas literarias, ni a Hay festivales, ni a la Feria del libro (aunque a lo mejor este año voy). Me mantengo fuera. ¿Por qué? Porque no lo necesito. No veo que haya relación entre dar un ciclo de conferencias sobre la literatura del próximo milenio y escribir novelas. Y yo escribo novelas. Y trabajo todos los días y lo mejor que puedo. Esto es un trabajo, no un don divino. No soy un artista. Tengo una obligación moral conmigo mismo y con la gente que me lee. Tengo que concentrarme en eso y no ir por ahí teorizando sobre literatura, que me importa un carajo.

- Si, pero ahora es usted académico.
-Ya, pero eso no lo pedí. ¿Quién iba a rechazar ese honor? Estoy encantado, además. Estar entre gente sabia es un privilegio. Dice Javier Marías que la Academia es lo más parecido a un club inglés que ha visto en su vida. Pero no, no es un club, es algo abierto al mundo, a América; es un lugar de trabajo interesantísimo. Formar parte de ese grupo es un honor inmenso.

- ¿Lee los libros de otros colegas, o sólo libros de Historia?
-(Silencio largo, largo) Es evidente que algunos leo. Leo los libros de mis amigos. Leo poco, pero poco por dos razones: primero, porque tengo 58 años y me queda un tiempo limitado. Y prefiero leer historia, o clásicos griegos y latinos, que es lo que me gusta. Ya no leo prácticamente novela, pero releer a Montaigne, a Virgilio, a Suetonio, a Plutarco... eso sí me alimenta, me es útil. Yo voy cambiando, así que siempre me resulta una lectura diferente.

En el making-of de la entrevista se han quedado algunas curiosidades del escritor. Ahí van éstas: “Desde hace 25 años veo dos películas diarias en mi casa”... “De esta novela no sale una película, es demasiado compleja”... “Antes de tener éxito con mis libros, yo era igual de chulo”... “Sé que hay gente que mataría por mí y otra que no me soporta”... “No creas, yo también tengo mis ternuras”...

Y alguna perla más.


www.elcultural.es

martes, 13 de abril de 2010

Arturo Perez-Reverte - La risa de las ratas






La risa de las ratas


xlsemanal
Septiembre 2001


La he vuelto a ver por casualidad, buscando otra cosa en un viejo libro sobre los fotógrafos de Life. Y fíjense. Tengo mi propio álbum de fotos infames: fotos que a veces hasta son de verdad, que hice yo mismo. Y resulta que una imagen que conozco desde niño, tomada por otro en una guerra que ni siquiera viví, sigue impresionándome. A lo mejor es bueno que así sea, y el día en que esa foto deje de afectarme estaré encallecido más de la cuenta. Yo qué sé. Lo cierto es que hay imágenes que simbolizan cosas, y ésta retrata uno de los aspectos más viles de la condición humana. La tomó Robert Capa en Chartres, julio de 1944, cuando la ciudad fue liberada de los alemanes.


En el centro de la imagen camina una mujer joven con el pelo recién rapado, vestida con una bata y con un niño de pocas semanas en brazos. Ella es francesa, y el bebé, hijo de un soldado alemán. La lleva detenida un gendarme. Pero lo peor no es esa escena sino la muchedumbre que camina alrededor: señoras de aspecto respetable, hombres que podrían ser considerados caballeros, niños, curiosos que miran o engrosan el tumulto. Y todos, absolutamente todos, ríen y se burlan de la joven que aprieta al niño contra su pecho y lo mira muda de vergüenza y de miedo. Debe de haber un centenar de rostros en la foto, y ninguno muestra compasión, pesar o disgusto por lo que sucede ante sus ojos. Ni uno.


Cada cual tiene sus ideas sobre la gente. En lo que a mí se refiere, con los años he llegado a la conclusión de que lo peor del hombre no es su crueldad, su violencia, su ambición lo los otros impulsos que lo mueven. Siendo todo eso tan malo como es, cuando miras de cerca y le das vueltas y te mojas donde te tienes que mojar, siempre terminas encontrando motivos, cadenas de causas y efectos que, sin justificar en absoluto tal o cual hecho, a veces al menos lo explican, que ya es algo. Pero hay una infamia a la que no consigo encontrarle el mecanismo, y tal vez por eso me parece la peor de todas; la más injustificable expresión de la mucha vileza que alberga el ser humano. Hablo de la falta de caridad. De la ausencia de compasión del verdugo -y el verdugo es la parte fácil del asunto- hacia la víctima. Hablo del ensañamiento, la humillación, la burla despiadada. Y eso, que ya es muy bellaco cuando corresponde al individuo con nombre y apellidos, se vuelve todavía más nauseabundo cuando adopta la forma popular. Me refiero a las Fuenteovejunas en su aspecto miserable; a la gente que pretende demostrar públicamente su adhesión o rechazo a tal o cual causa -cuando esa causa está indefensa y triunfa la opción opuesta, naturalmente- prestando su celo y su presencia y su risa al linchamiento fácil, sin riesgos. Los mirones que jalean y se descojonan del caído, y de esta forma pretenden avalarse, disimular, borrar sus propias claudicaciones y su propia vergüenza.


Porque -y ésa es otra- observando la foto de Robert Capa uno se pregunta cuántas de las honradas mujeres que ríen escoltando a la joven rapada y a su hijo no agacharon la cabeza ante soldados alemanes con los que se abrían acostado tal vez, si hubieran podido, a cambio de comida o de privilegios. Cuántos hombres no les cedieron el paso en la acera o la silla en el despacho, o les lamieron las botas, o pusieron sus niñas a tiro cuando los otros eran vencedores, y pretenden ahora, en el escarnio fácil de esa pobre mujer y de su hijo, lavar su cobardía y su vergüenza.


Los he visto a todos ellos muchas veces en demasiados sitios. Los veo todavía, y no hay que ir a guerras lejanas para topárselos. Los veo aquí mismo, en las historias de la guerra civil que contaban mis abuelos, o en la memoria de mi amigo el pintor Pepe Díaz, en cuyo pueblo fusilaron a su padre por rojo en el año 39, y a su madre la obligaron a barrer las calles después de raparle la cabeza; y Pepe, que es un buenazo, ha dejado que le pongan ahora su nombre a una calle, en vez de pegarle fuego al puto pueblo hasta los cimientos, como habrían -habríamos- hecho otros. Sigo viendo a los de la tijera de rapar y la risa por todas partes, oportunistas, viles, esperando la ocasión de acompañar el cortejo con una carcajada grande y estruendosa, propia de buenos ciudadanos libres de toda sospecha. Porque todos esos canallas que se ríen de la pobre mujer de la foto siguen entre nosotros. Algunos de verdad, físicamente, venerables ancianitos respetados por sus nietos y sus vecinos, supongo. Otros sólo aguardan una oportunidad: son los cobardes que miran hacia otro lado y agachan la cabeza cuando el soldado alemán, o el heroico gudari, o el político de turno, o el jefe de personal, o el vecino del tercero izquierda, les escupe en la cara. Y sólo cuando éste se declare vencido, o lo maten, o pierda poder, o se vaya, saldrán del agujero para buscar a su mujer y su hijo, arrastrarlos por las calles y salir riéndose en la foto.




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diegocg.blogspot.com

Arturo Perez-Reverte




julio de 2008
UN FACHA DE SIETE AÑOS


Me interpela un lector algo –o muy– dolido porque de vez en cuando aludo a España como este país de mierda. El citado lector, que sin duda tiene un sentimiento patriótico susceptible y no mucha agudeza leyendo entre líneas, pero está en su derecho, considera que me paso varios pueblos y una gasolinera. Le extraña, por otra parte, y me lo comunica con acidez, que alguien que, como el arriba firmante, ha escrito algunas novelas con trasfondo histórico, y que además parece complacerse en recuperar episodios olvidados de nuestra Historia en esta misma página, sea tan brutal a la hora de referirse a la tierra y a los individuos que de una u otra forma, le gusten o no, son su patria y sus compatriotas.

La verdad es que podría, perfectamente, escaquearme diciendo que cada cual tiene perfecto derecho a hablar con dureza de aquello que ama, precisamente porque lo ama. Y que cuando abro un libro de Historia y observo ciertos atroces paralelismos con la España de hoy, o con la de siempre, y comprendo mejor lo que fuimos y lo que somos, me duelen las asaduras. Aunque, la verdad, ya ni siquiera duelen. Al menos no como antes, cuando creía que la estupidez, la incultura, la insolidaridad, la ancestral mala baba que nos gastamos aquí, tenían arreglo. La edad y las canas ponen las cosas en su sitio: ahora sé que esto no lo arregla nadie. España es uno de los países más afortunados del mundo, y al mismo tiempo el más estúpido. Aquí vivimos como en ningún otro lugar de Europa, y la prueba es que los guiris saben dónde calentarse los huesos. Lo tenemos todo, pero nos gusta reventarlo. Hablo de ustedes y de mí. Nuestra envilecida y analfabeta clase política, nuestros caciques territoriales, nuestros obispos siniestros, nuestra infame educación, nuestras ministras idiotas del miembro y de la miembra, son reflejo de la sociedad que los elige, los aplaude, los disfruta y los soporta. Y parece mentira. Con la de gente que hemos fusilado aquí a lo largo de nuestra historia, y siempre fue a la gente equivocada. A los infelices pillados en medio. Quizá porque quienes fusilan, da igual en qué bando estén, siempre son los mismos.

Pero me estoy metiendo en jardines complejos, oigan. El que quiera tener su opinión sobre todo eso, acertada o no, pero suya y no de otros, que lea y mire. Y si no, que se conforme con Operación Triunfo, con Corazón Rosa o con Operación Top Model, o como se llamen, y le vayan dando. Cada cual tiene lo que, en fin, etcétera. Ya saben. Por mi parte, como todavía me permiten y pagan este folio y medio de terapia personal cada semana –es higiénico poder morir matando–, me reafirmo un día más en lo de país de mierda. Y lo voy a justificar hoy, miren por donde, con una bonita anésdota anesdótica. Una de tantas.

Verán. Un niño de siete años, sobrino de un amigo mío, observando hace poco que varios de sus amigos llevaban camisetas de manga corta con banderas de varios países, la norteamericana y la de Brasil entre ellas –algo que por lo visto está de moda–, le pidió al tío de regalo una camiseta con la bandera española. «Van a flipar mis amigos, tito», dijo el infeliz del crío. Según cuenta mi amigo, el sobrinete bajó al parque como una flecha, orgulloso de su prenda, con la ilusión que en esas cosas sólo puede poner una criatura. A los diez minutos subió descompuesto, avergonzado, a cambiarse de ropa. El tío fue a verlo a su habitación, y allí estaba el chiquillo, al filo de las lágrimas y con la camiseta arrugada en un rincón. «Me han dicho que si soy facha o qué», fue el comentario.

Siete años, señoras y caballeros. La criatura. Y no en el País Vasconi en Cataluña, ni en Galicia. En la Manga del Mar Menor, provincia de Murcia. Casualmente, y sólo una semana después de que me contaran esa edificante historia infantil, otro amigo, Carlos, gerente de un importante club náutico de la zona, me confiaba que ya no encarga polos deportivos para sus regatistas con el tradicional filetillo de la bandera española en las mangas y en el cuello. «En las competiciones con clubs de otras autonomías –explicó– están mal vistos.»

Dirán algunos que, tal y como anda el asunto, podríamos mandar a tomar por saco ese viejo trapo y hacer uno distinto. Al fin y al cabo sólo existe desde hace dos siglos y medio. Podríamos encargarle una bandera nueva, más actual, a Mariscal, a Alberto Corazón, a Victorio o a Lucchino. O a todos juntos. Pero es que iba a dar igual. Tendríamos las mismas aunque pusiéramos una de color rosa con un mechero Bic, un arpa y la niña de los Simpson en el centro; y en las carreteras, el borreguito de Norit en vez del toro de Osborne. El problema no es la bandera, ni el toro, sino la puta que nos parió. A todos nosotros. A los ciudadanos de este país de mierda.


UN FACHA DE SIETE AÑOS

PENSAMIENTOS





PENSAMIENTOS





PENSAMIENTOS



PENSAMIENTOS



Israel - Ariel Sharón

«El tiempo es nuestro gran aliado»

Israel no puede negociar con los árabes, porque toda negociación desemboca en concesiones, e Israel no tiene que concederles nada.

Si Israel lo quiere todo tiene que dejar pasar el tiempo, dejar que la situación se pudra, que los hombres olviden, que los débiles se marchen, que los desesperados se condenen a sí mismos a la violencia.

... Fue con esa tesis como Sharon fue elegido primer ministro, y durante varios años siguió al pie de la letra el dictado de su propio pensamiento. Hasta que un día descubrió que, efectivamente, el tiempo todo lo daña, incluso a aquello que uno quiere preservar. Fue entonces cuando empezaron a circular los informes alarmantes de los demógrafos israelíes: la población palestina sigue creciendo, a pesar de todo, y su crecimiento es muy superior al de la población israelí. Tan sólo los ultraortodoxos judíos, a los que los demás israelíes desprecian y temen, tienen una tasa similar de crecimiento. El resultado inevitable: si en un par de décadas Israel no se desvincula de los palestinos, los palestinos acabarán por ser la mayoría en el Estado de Israel y sus territorios ocupados, disputándosela a unos fanáticos religiosos. Serán entonces los otros israelíes los que se marchen, los que sean olvidados.
Esta preocupación, y no otra, fue la que hizo a Ariel Sharon empezar a mirar al tiempo de otra manera. De aliado pasó a enemigo. El tiempo no iba ya a construir Israel, iba a destruirlo. Fue así como concibió su plan de «desconexión». No consistía en la creación de un Estado palestino, sino más bien era la delimitación de un Estado israelí como estado judío, como estado étnico. Para ello, el primer paso inevitable era la evacuación de Gaza, donde viven más de un millón de árabes. También era el paso más fácil, porque en Gaza apenas había colonos. Y aún así resultó difícil. Sharon tuvo que enfrentarse a las maldiciones de los rabinos (algunos dicen ahora que su derrame cerebral es el resultado de una pulsa denura, un hechizo rabínico); tuvo incluso que romper su propio partido, donde seguían creyendo lo que él les había enseñado a creer: que el tiempo era su aliado. Lo logró, a Sharon no le llaman «la apisonadora» por nada. Alguien diría que destruir cosas nunca se le ha dado mal.
No está claro qué pasos iba a dar a partir de ahora Sharon. La marca de fábrica de la política israelí no es la intransigencia, sino la ambigüedad, la flexibilidad para con uno mismo. Sharon no ha dicho qué partes de Cisjordania pensaba evacuar ni tampoco lo dirán sus sucesores, posiblemente. Cabe la posibilidad de que también ellos caigan en la vieja tentación de pensar que el tiempo es su aliado.
Olmert, si es que finalmente es él quien le sustituye a la cabeza de su partido Kadima, tendrá suficiente trabajo con mantenerse en el poder, sobre todo en un partido en el que parecen haberse reunido los mayores egos del país: Hanegbi, Mofaz, Livni, y nada menos que Simon Peres¿
Si les gana a ellos primero y luego gana las elecciones, gobernar le resultará difícil, por lo que puede irse a lo fácil, y lo fácil en Israel es no hacer nada. Quizás se atreva a evacuar algún asentamiento; quizá ni siquiera eso y se limite a dejar pasar el tiempo, ese tiempo que Sharon creía su aliado y que ahora ha venido a buscarle a él, justo cuando se había dado cuenta de su error. 


lunes, 12 de abril de 2010

"fiat iustitia et pereat mundus"



28 de febrero del 2003

Sobre el cierre de Egunkaria

Fiat iustitia, ruat caelum

Imanol Zubero Beaskoetxea
El País, edición País Vasco


Qué es más condenable, ¿atentar contra el habla o contra el hablante? Qué tiene más mérito, ¿abrir un periódico al día siguiente de su cierre judicial o abrir una sede política al día siguiente del asesinato de uno de sus dirigentes? Qué es peor, ¿rechazar con enfado un diario o utilizar ese mismo diario para simbolizar una nueva ruptura en los escaños del Parlamento vasco? Seguramente es injusto pretender establecer comparaciones entre hechos tan distintos, pero parece que estos días hay que volver a recordar en qué país vivimos: un país donde cada día, todos los días, se amenaza de muerte a la libertad de expresión y asociación de miles de nuestros conciudadanos. ¿Qué es posible condenar el terrorismo, solidarizarse con las víctimas y cuestionar el cierre de Egunkaria? No sólo es posible sino que, en mi opinión, todo ello es imprescindible.

Pero me disculparán el desahogo: más aún que el cierre de este diario me molesta, como ciudadano vasco, la agónica condena que de tal cierre hacen estos días personas e instituciones (algún día, estoy seguro, el mundo de la cultura y el deporte vasco tendrán que mirarse en el espejo de su historia) que jamás han dicho nada cuando ETA ha atentado contra tantos y tantos lectores de periódicos, y hasta contra unos cuantos periodistas.

Y dicho esto, vamos con lo otro. El cierre de Egunkaria es un despropósito, y más con el precedente de Egin. Se ha dicho que la organización terrorista intervino (cómo, cuánto, cuándo, hasta cuándo) en la creación, dirección y sostenimiento financiero del diario. Habrá que probarlo.

Mientras tanto, puedo entender la adopción de medidas precautorias para evitar que individuos presuntamente implicados en un delito grave puedan escapar de la acción de la justicia, pero un diario no puede darse a la fuga. Por definición un diario ha de estar ahí, a disposición del público, todos los días. ¿Qué sentido tiene, entonces, decretar su cierre? ¿Pero es que están reñidas la justicia y la inteligencia? ¿No es posible, no es incluso necesario, sopesar las decisiones judiciales a la luz de consideraciones extrajudiciales tales como, por ejemplo, la alarma social que los hechos juzgados puedan generar? Una cosa es evidente: la decisión de la Audiencia Nacional de suspender la publicación del diario Egunkaria ha generado una amplia y profunda alarma social. La justicia ha tocado el nervio del mundo euskaltzale, que se ha echado a la calle, y ha colocado en una situación de extrema incomodidad a todo el mundo (político, sindical, cultural, mediático) no nacionalista.

Estoy dando muchas vueltas a un comentario del escritor Anjel Lertxundi recogido en el libro de entrevistas de Hasier Etxeberria Cinco escritores vascos: "La violencia nos ha robado la energía para decir que lo que no es justo no es justo. La sociedad vasca, sin embargo, no ha aceptado que el mal es de naturaleza moral, porque tiene miedo a mirarse en el espejo y decir: estoy enferma. No hemos aprendido a poner la política bajo la lámpara de la moral por eso, nuestro conflicto actual es moral, no político". Esta dificultad para decir, sin ambages, que lo que no es justo no es justo, puede extenderse desde el corazón mismo del horror hasta salpicar espacios muy alejados del mismo. De igual modo que si uno camina y camina en dirección norte llegará un momento en que se encontrará avanzando hacia el sur, hay un antiterrorismo que acaba por volverse terrorífico. Fiat iustitia, ruta caelum. Fiat iustitia et pereat mundus. Hágase justicia aunque se hunda el cielo, aunque perezca el mundo, pase lo que pase. Como si la justicia fuese algo absoluto. Como si la justicia no estuviese sometida a las mismas incertidumbres y miserias que cualquier otra obra humana.

La bushificación ha alcanzado la política antiterrorista del Gobierno de Aznar. El ataque preventivo, la unilateralidad, la ruptura de las alianzas y el desprecio de los efectos colaterales son la expresión de esta deriva. El cierre de Egunkaria es como bombardear Bagdad sin enviar previamente inspectores. O peor aún: bombardearlo con los inspectores dentro.


IMANOL ZUBERO BEASKOETXEA Profesor Titular de Sociología Universidad del País Vasco



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Economía - 1 - Alan llevo aquí tu legado









PENSAMIENTOS

Poesía - 2 - Mario Benedetti


Porque no estás solo, porque yo te quiero.

NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo.
Porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos.
Desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.


No te salves


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas

entonces
no te quedes conmigo.


Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites

Mario Benedetti

domingo, 11 de abril de 2010

Relaciones - Fobia social - 2

3-Acoso


Si eres miembro de un grupo no serás objeto de acoso en el trabajo;
el grupo te protegerá. Si sabes defenderte y soltar la agresividad, si
eres capaz de hacer daño se lo pensarán dos veces antes de acosarte.
Pero si no tienes ni lo uno ni lo otro, si estás totalmente aislado y
no eres agresivo cualquier mediocre te puede atacar.
El esquizoide es un buen blanco para hacer mobbing.

Personalmente he sido objeto de persecución por compañeros de trabajo en dos

ocasiones : en una ocasión eran dos y en otra tres . Al tratarse de compañeros, sin autoridad

sobre mí, poco daño podían hacerme y poco daño me hicieron .



4-Conversación

Unos muchachos se sientan en la calle , cualquier sábado por la noche…y hablan.

Las conversaciones son anodinas, insustanciales . Realmente es igual que se digan cosas

o que no se diga nada : están juntos y eso les hace sentirse bien . Lo importante es estar juntos .

El esquizoide no disfruta por la compañía : la compañía no le hace sentirse bien.

Si la conversación tiene interés, se podrá disfrutar por la conversación y su placer intelectual.

Si la conversación es intrascendente no quedará motivo para continuar en la charla. A partir de aquí

llega el aburrimiento.



A veces se achaca al esquizoide que en la conversación se queda corto, que habla poco,

que es aburrido…

El déficit del esquizoide en la conversación no está en la falta de conocimientos sino en

la falta de emociones positivas como la empatía y la alegría .



5-Sentido del humor esquizoide


Estás con algunos compañeros y/o amigos . Todos parecen de buen humor .

Tienen ganas de reir . Uno cuenta cualquier cosa y todos ríen y se carcajean .

Otro sale con cualquier ocurrencia , disparate , inconveniencia , obscenidad …

es igual : todos lo celebran con risas y gritos …

…y tú estás desconcertado : nada de esto te hace gracia .

---- Si te quedas impasible , posiblemente te increpen o se burlen de ti .

Además tienes la impresión desagradable de estar fuera de lugar …

----Si decides sobreponerte y reir como los demás , tu risa sonará falsa

y esta situación tampoco te hará feliz …



Si nuestro estado de ánimo es normal nuestro sentido del humor no se expresará

en forma de carcajada sino más bien a través de la ironía , el sarcasmo ,

el doble sentido , el golpe de efecto , el chiste inteligente , fuera de la

zafiedad o grosería .


7- Necesidad de pertenencia


El éxito del hombre como especie se ha basado en la pertenencia a un grupo.

Ahora, el mero hecho de pertenecer a un grupo, nos hace sentirnos bien.

Esta necesidad es atendida espontáneamente por la mayor parte de la gente,

de forma que no la añoran, no la echan en falta.

El esquizoide, en cambio, bien porque no acierta o bien porque no le interesa,

vive al margen del grupo, incluso al margen de la familia.

Por esto en él sí se desata la nostalgia del grupo, de ser parte de algo, de ser alguien en alguna parte.

En el esquizoide la necesidad de pertenencia permanece viva siempre, porque nunca se integra

plenamente en la sociedad.

fobia - 2


"En el extremo opuesto a los ansiosos sociales, los psicólogos describen ciertas personalidades, llamadas psicópatas poco sensibles al juicio de los demás.

Rosseau ya hablaba en sus "Confesiones" de la rapidez de los ansiosos sociales en "sentir" y la lentitud para "pensar", en determinadas situaciones.

El silencio tan temido por la mayoria de los ansiosos sociales, que tienden a interpretarlo por lo menos como una señal de aburrimiento o de deseo de retirarse por parte de los interlocutores, y en el peor de los casos como la expresión de un profundo desprecio.
La mayor parte de las veces sólo somos víctimas de una visión demasiado pesimista de los fenómenos que nos rodean o que experimentamos...."

Pierre Janet."Les Névroses".
Cuando se sienta expuesto a las miradas, en particular a las del otro sexo, le asaltará el miedo a ruborizarse y la verguenza anticipada cubrirá de rojo su rostro, toda lucha será inútil; por influjo de la voluntad, la cara puede presentar en primer lugar una ligera palidez, pronto reemplazada por el temido enrojecimiento. Este temor constante hecho realidad en cada instante se convierte para el interesado en un suplicio, perdiendo tal vez la naturalidad más atrevida y sociable, adoptará una una timidez e insociabilidad ridículos, evitará todas las ocasiones de mostrarse en público y buscará la soledad;
los deberes de sociedad y a veces las obligaciones profesionales se le harán horriblemente desagradables, su vida quedará literalmente rota por una tontería.

"La tendencia de los ansiosos sociales a huir, a retirarse en un mundo pequeño y solitario, es constante. Les permite calmar su ansiedad y pronto se convierte en un automatismo".

"en psicología las bases terapéuticas son habas contadas: el materialismo
biologicista, el conductismo, el cognitivismo y el psicoanálisis".

Relaciones - Fobia social - 1

Señuelos


Estos son los señuelos que disparan el miedo social :



1 - La mirada



La mirada es un problema .

Se agrava en situaciones de estrés y se suaviza con la tranquilidad.

Podemos hacer un esfuerzo para sostener la mirada pero no podemos evitar que se note

la ansiedad que nos embarga. Podemos sostener la mirada . . . cierto tiempo,

pasado el cual ya no es posible.

La situación se vuelve embarazosa también para nuestro interlocutor. Este esfuerzo por sostener

la mirada supone acumular cierta cantidad de ansiedad.

Lo más práctico es posicionarse a cierta distancia, sin abordar a nuestro interlocutor abiertamente,

confrontando su mirada solamente a intervalos .


2- La distancia corta


Si tienes que mantener una conversación y puedes situarte lejos de tu interlocutor puedes mantener el tipo.

Si te ves obligado a estar cerca, te descompones…



Si eres miope y estás en una conversación en cercanía puedes reconducir la situación

quitándote las gafas: ya no ves a tu interlocutor y, al faltar esta clave disparadora del miedo,

la tensión se suaviza.

Si estás lejos te sientes más cómodo, si estás cerca lo pasas peor .



La distancia corta es una de las claves que dispara el miedo .


3-El factor tiempo


Estás en conversación y te sientes bien porque por esta vez el miedo no ha aparecido.

La situación se prolonga y el tiempo te traiciona: llega un momento en el que

el encanto se acaba y…te descompones…como siempre.

El tiempo va en tu contra.



4-La autoridad



Mi padre q.e.p.d. murió. Las conversaciones con él me provocaban una tensión

insostenible. El también sufría como yo. Nos evitábamos mutuamente…

Mis relaciones con mis jefes y con la autoridad han sido muy difíciles siempre.

Esta característica la comparto con las personas con problemas de relación.



Cuando habla él el problema es mayor porque se supone que hay que mirar

al que te habla.

Este patrón de conducta es típico en nosotros pero no se dispara siempre; a veces

la ansiedad no aparece y podemos hasta ser encantadores.



5-El grupo


La intimidación, la inseguridad y el desasosiego suben de magnitud cuando el señuelo que

dispara el mecanismo es un grupo en lugar de un individuo.



6-El varón

De mayor a menor el orden de intimidación que soportamos es el siguiente :

1º El varón

2º La mujer

3º Los niños

El varón es el que desencadena la mayor tensión, en cambio los niños, la menor. Como

se puede ver está directamente relacionado con la posibilidad de ser agredido

o sufrir algún daño.



7-La persona temerosa


Un día te sorprendes en franca conversación con alguien . Disfrutas .

Te das cuenta de que esa persona se caracteriza por ser sociable, segura de sí mismo …

Cuando la persona es poco sociable e insegura sucede justamente lo contrario :

Las tentativas de acercamiento se hacen difíciles ya desde el principìo.

Los polos del mismo nombre se repelen …


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miércoles, 7 de abril de 2010

SINEAD O'CONNOR - Una variante brutal del catolicismo



Para la cantante, las disculpas del Papa por los abusos sexuales a menores en Irlanda son huecas. No asume ninguna responsabilidad. ¿Qué hay de la complicidad del Vaticano en el ocultamiento de estos delitos?

Cuando era niña, Irlanda era una teocracia católica. Si se acercaba un obispo por la calle, la gente se apartaba para dejarle paso. Si asistía a un acontecimiento deportivo, el equipo se aproximaba a arrodillarse y besarle el anillo. Si alguien cometía un error, en vez de decir "Nadie es perfecto", decíamos "Podría pasarle hasta a un obispo".

Hace 18 años rompí una foto del papa Juan Pablo II. Muchos no entendieron la protesta

La idea de que necesitamos a la Iglesia para acercarnos a Jesús es una blasfemia

Esta última frase era más certera de lo que imaginábamos. Hace unos días, el papa Benedicto XVI escribió una carta personal en la que pedía perdón -por decir algo- a Irlanda por los decenios de abusos sexuales a menores que cometieron unos sacerdotes en los que se suponía que debían confiar esos niños. Para muchos irlandeses, esa carta del Papa es un insulto no sólo a nuestra inteligencia, sino a nuestra fe y a nuestro país. Para entender por qué, hay que tener en cuenta que los irlandeses hemos sufrido una variante brutal del catolicismo basada en la humillación de los niños.
Yo lo viví en persona. Cuando era niña, mi madre -una madre maltratadora y todo lo contrario de lo que debe ser una buena madre- me animaba a que robara en las tiendas. En una ocasión me atraparon y pasé 18 meses en el Centro de Formación An Grianán, una institución para niñas con problemas de conducta en Dublín, por recomendación de una trabajadora social. An Grianán era una de las hoy tristemente famosas "lavanderías de las Magdalenas", patrocinadas por la Iglesia, que albergaban a adolescentes embarazadas y jóvenes poco dóciles. Trabajábamos en el sótano, lavando la ropa de los curas en fregaderos con agua fría y pastillas de jabón. Estudiábamos matemáticas y mecanografía. Teníamos poco contacto con nuestras familias. No cobrábamos ningún sueldo. En mi caso, por lo menos, una de las monjas fue buena conmigo y me regaló mi primera guitarra.
An Grianán era un producto de la relación del Gobierno irlandés con el Vaticano; la Iglesia gozó de una "posición especial" recogida en nuestra Constitución hasta 1972. Todavía en 2007, el 98% de los colegios irlandeses estaba en manos de la Iglesia católica. Pero los colegios para niños difíciles han estado siempre plagados de castigos corporales salvajes, maltratos psicológicos y abusos sexuales. En octubre de 2005, un informe encargado por el Gobierno identificó más de 100 acusaciones de abusos sexuales cometidos por sacerdotes entre 1962 y 2002 en Ferns, un pueblo a unos 100 kilómetros al sur de Dublín. La policía no investigó a los sacerdotes acusados; se dijo que padecían un problema "moral". En 2009, un informe similar involucró a los arzobispos de Dublín en la ocultación de varios escándalos de abusos sexuales entre 1975 y 2004.
¿Por qué se toleraba esa conducta criminal? Según el informe de 2009, el "importantísimo papel que ha desempeñado la Iglesia en la vida irlandesa es el motivo por el que se consintió que no se pusiera fin a los abusos cometidos por una minoría de sus miembros".
A pesar de la larga relación de la Iglesia con el Gobierno irlandés, la carta en la que el papa Benedicto pide teóricamente perdón no asume ninguna responsabilidad por las infracciones de los curas irlandeses. Dice que, "antes, la Iglesia en Irlanda debe reconocer ante el Señor y ante otros los graves pecados cometidos contra unos niños indefensos". ¿Qué hay de la complicidad del Vaticano en esos pecados?
En su texto, Benedicto da la impresión de que se ha enterado hace poco de los abusos y se presenta como una víctima más: "No tengo más remedio que compartir la desolación y la sensación de traición que habéis experimentado tantos de vosotros al saber de estos actos pecaminosos y criminales y de cómo se ocuparon de ellos las autoridades eclesiásticas en Irlanda". Sin embargo, la carta de infausta memoria que envió Benedicto en 2001 a los obispos de todo el mundo les ordenaba guardar secreto sobre las acusaciones de abusos sexuales so pena de excomunión, es decir, actualizaba una perniciosa política de la Iglesia, expresada en un documento de 1962, que establecía que tanto los sacerdotes acusados de delitos sexuales como sus víctimas debían "observar el más estricto secreto" y "atenerse a un silencio eterno".
Benedicto, entonces Joseph Ratzinger, era cardenal cuando escribió esa carta. Hoy, cuando ocupa el sillón de San Pedro, ¿vamos a creer que su opinión ha cambiado? ¿Y vamos a conformarnos ante las recientes revelaciones de que en 1996 se negó a destituir a un sacerdote acusado de haber abusado de hasta 200 niños sordos en el Estado norteamericano de Wisconsin?
La carta de Benedicto afirma que su preocupación es "sobre todo ayudar a sanar a las víctimas". Sin embargo, les niega lo que podría sanarles: una confesión inequívoca del Vaticano de que ocultó los abusos y ahora está tratando de ocultar el ocultamiento. Asombrosamente, el Papa invita a los católicos a "ofrecer vuestro ayuno, vuestras oraciones, vuestra lectura de las Escrituras y vuestras obras de misericordia para obtener la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia de Irlanda". Y sugiere, cosa aún más asombrosa, que las víctimas irlandesas pueden sanar acercándose más a la Iglesia, la misma Iglesia que exigía votos de silencio a los niños víctimas de los abusos, como ocurrió en 1975 en el caso del padre Brendan Smyth, un sacerdote irlandés que más tarde acabó en la cárcel por delitos sexuales repetidos. Muchos irlandeses, cuando se nos pasó la risa, nos dijimos que la idea de que necesitamos la Iglesia para aproximarnos a Jesús es una blasfemia.
Para los católicos irlandeses, lo que insinúa Benedicto -que los abusos sexuales en Irlanda son un problema irlandés- es arrogante y blasfemo. El Vaticano está actuando como si no creyera en un Dios que todo lo ve. Quienes dicen ser los guardianes del Espíritu Santo se dedican a aplastar todo lo que el Espíritu Santo representa. Benedicto es culpable de dar una imagen falsa del Dios al que adoramos. Todos sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso sabemos que Cristo no está con esos que le invocan con tanta frecuencia.
Los católicos irlandeses tienen una relación disfuncional con una organización que comete abusos. El Papa debe hacerse responsable de las acciones de sus subordinados. Si hay sacerdotes católicos que abusan de los niños, es Roma, y no Dublín, la que debe responder de ello, con una confesión inequívoca y sometiéndose a una investigación criminal. Mientras no lo haga, todos los buenos católicos -incluidas las ancianitas que van a misa todos los domingos, no sólo los cantantes protesta como yo, a quienes el Vaticano puede ignorar sin problema- deberían dejar de acudir al templo. Ha llegado la hora de que en Irlanda separemos a nuestro Dios de nuestra religión y nuestra fe de sus supuestos dirigentes.
Hace casi 18 años, rompí una fotografía del papa Juan Pablo II en un episodio de Saturday night live. Muchos no entendieron la protesta; la semana siguiente, el presentador invitado del programa, el actor Joe Pesci, dijo que, si hubiera estado presente, me "habría dado una bofetada". Yo sabía que mi acción iba a causar problemas, pero quería provocar un debate necesario; ese es uno de los ingredientes de ser artista. Lo único que lamenté fue que la gente pensara que no creía en Dios. No es verdad, en absoluto. Soy católica de nacimiento y cultura, y sería la primera en presentarme a la puerta de la iglesia si el Vaticano ofreciera una reconciliación sincera.
Mientras Irlanda soporta la ofensiva carta con la que Roma pide perdón y un obispo irlandés dimite, pido a los estadounidenses que comprendan por qué una mujer católica irlandesa que sobrevivió a los malos tratos de niña pudo querer romper la foto del Papa. Y que piensen si a los católicos irlandeses, por no atrevernos a decir "merecemos algo mejor", se nos debe tratar como si mereciéramos algo peor.

© Sinead O'Connor, 2010

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Sinead O'Connor, música y madre de cuatro hijos, vive en Dublín.


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