La mamandurria, de Pepa Bueno
Siendo todavía presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre dijo en julio del año pasado, con su gracejo habitual, que la crisis económica es tal que "se tienen que terminar los subsidios, las subvenciones y las mamandurrias".
La presidenta pedía ayuda a los ciudadanos para afrontar recortes del gasto público en personal, sueldos, sanidad, educación, ayudas de comedor escolar o los libros de texto. Un discurso que hemos escuchado mucho en los últimos años a propósito de las subvenciones, por ejemplo, a los sindicatos o el cine español.
De otras mamandurrias hemos hablado menos. Sin ir más lejos, la patronal CEOE, no los empresarios sino la organización que los representa, recibe exactamente las mismas subvenciones proporcionales que los grandes sindicatos. Más o menos un tercio del presupuesto con el que organizan esos actos en los que hablan de la imperiosa necesidad de recorte del gasto en la Administración es dinero público.
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Dice el diccionario de la RAE que mamandurria es exactamente esto: "Sueldo que se disfruta sin merecerlo".
Sepúlveda y Bárcenas
Por lo que ahora sabemos, Jesús Sepúlveda, exmarido de la ministra Ana Mato e imputado en el 'caso Gürtel', ha tenido desde que estalló el escándalo un curioso empleo, que consistía en hacer informes para el Partido Popular desde casa. No debía de ser muy merecido, porque este lunes lo despidieron sin contemplaciones.Y a la hora de entregar este artículo el PP no ha aclarado todavía cómo y por qué cotizó a la Seguridad Social por Luis Bárcenas, el extesorero a quien asegura que despidió en el 2010.
El de los 22 millones de euros en Suiza. Como, según las cuentas del PP publicadas hace una semana, el 90% de sus ingresos son las subvenciones públicas, podemos deducir que Bárcenas esquía ahora mismo en Canadá bien tranquilo porque hasta diciembre usted y yo hemos cotizado por él. O que Sepúlveda ha podido llenar el depósito del Jaguar que presuntamente le regaló la Gürtel gracias al dinero de todos.
Sí, tiene razón Esperanza Aguirre, hay que acabar con las mamandurrias.
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