sábado, 10 de septiembre de 2011

Miseria, hambre, corrupcion, eso fue siempre España



Ángeles Caso


Un poco de consuelo


Las lecturas del verano –que he dedicado fundamentalmente a la historia– me han llevado a recorrer épocas muy distintas. He estado en la Arabia ardiente del siglo VII, desde donde Mahoma y sus seguidores iniciaron la expansión del islam. He caminado por las calles sucias y miserables del Madrid del XVII, cuando la mayor parte de sus vecinos vivían en la pobreza, sometidos a toda clase de injusticias. He visitado la Talavera del XVIII a través de los archivos de la Santa Hermandad, una institución precursora de la Guardia Civil que, además de perseguir a los malhechores, juzgaba y ejecutaba las sentencias. He vislumbrado el París de la revolución y el de los enormes ejércitos napoleónicos. Y he conocido el lumpen francés del XIX, los barrios de la prostitución, con sus mujeres desdichadas infectadas de sífilis y las turbas de clientes borrachos de absenta.

En todos esos lugares he visto atrocidades sin fin: permanentes abusos de poder, desigualdades, saqueos, asesinatos, guerras, conspiraciones, venganzas, ejecuciones públicas, cabezas cortadas, cuerpos descuartizados y expuestos en las plazas, torturas, violaciones, hogueras encendidas para matar a seres humanos en nombre de Dios... He encontrado por todas partes sufrimiento y violencia, tiranía y hambre. Sólo a veces, muy de vez en cuando, un atisbo de humanidad y de compasión, una breve ráfaga de razón y de justicia. La historia de nuestra especie es tristísima, y deja poco lugar para la esperanza. Parece dirigida casi siempre por las hordas de los demonios, gobernada por los peores instintos y los deseos más crueles que laten en de nuestros cerebros a menudo perversos y malformados.

De entre todos los siglos que contempla la historia, quizás el más monstruoso haya sido el XX. Los dos conflictos mundiales y la infinidad de guerras regionales –entre ellas, la nuestra–, el auge de los totalitarismos y la industrialización de la muerte permitieron acabar con la vida de millones de personas, en terribles procesos de matanzas nunca antes vistos. Si algo bueno se ha podido extraer de todo ese horror, ha sido el cambio de mentalidad que ha hecho que la sociedad occidental sea mucho más vivible. Tras la segunda Guerra Mundial, la extensión de las ideas pacifistas y de la defensa de los derechos humanos ha puesto fin a aquellas ardorosas ideas guerreras que aún movían a las multitudes en los años 30 y ha limitado nuestra soberbia de hombres-blancos-civilizados capaces de pisotear a cualquier otro pueblo. Por suerte para nosotros, nuestro mundo europeo se ha feminizado, aceptando como valores universales lo que hace menos de un siglo era considerado mera cobardía o blandura, y relegando al ámbito de lo peligroso las seculares virtudes viriles relacionadas con el dominio mediante la fuerza.

Nuestra época goza de mala fama. Muchos creen vivir en un tiempo violento, sin principios, asomado al borde de un precipicio de sangre y miedo por el que podemos despeñarnos en cualquier momento. Y, sin embargo, es tal vez y a pesar de todo, en este rincón de la Tierra, el tiempo más calmado, pacífico e igualitario que haya conocido la humanidad. Basta con asomarse un poco al pasado para darse cuenta. Y, aunque sólo sea levemente, ese progreso hacia el bien consuela.


http://www.lavanguardia.com/magazine/20110901/54209246885/un-poco-de-consuelo.html

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