domingo, 5 de diciembre de 2010

Cesar



Llámame tía, no mamá


Los cupones diarios de un sorteo, reservados a nombre de la abuela de César, se acumulan desde hace una semana en un cajón del ultramarinos al que acudía cada mañana, cerca de su piso de Noia (A Coruña). La rutina de María José y su marido, Víctor, saltó por los aires el pasado viernes 26 de noviembre al descubrirse que su hija y su nieto eran los protagonistas en Mahón (Menorca) de un macabro crimen ocultado durante dos años y cuatro meses. Tanto como el tiempo que los abuelos llevan sin tener comunicación con su hija, ni noticia del pequeño que habían criado hasta cumplir nueve años. La edad que tenía César cuando murió a manos de su propia madre.


Dos años de falta de escolarización de un menor no alertaron a nadie

La parricida cobró la ayuda familiar hasta que se halló el cadáver del niño

"¿Tienen un chicle?", fue su único comentario antes de entrar en prisión

"Conmoción" y "horror" ante "tanta sangre fría". Los calificativos se repiten en Noia y Mahón. Familia, vecinos, colegas, amigos e incluso la actual pareja de Mónica Juanatey Fernández, una noiesa de 30 años que lleva desde marzo de 2008 residiendo en Menorca, son incapaces de asimilar el golpe: la joven madre soltera confesó a la Policía, tras 48 horas de interrogatorio y varias versiones contradictorias, que ella mismo mató, en julio de aquel año, a su hijo César, cuyos restos aparecieron, hace sólo diez días y por casualidad, dentro de una gran maleta de tela roja. Estaba abandonada en un monte de difícil acceso de la isla menorquina, a siete kilómetros del piso en el que Mónica continuó hasta la semana pasada haciendo vida normal junto a su pareja y el perro de ambos.

Para la Policía es un asesinato con alevosía. La presunta parricida, dicen agentes que la interrogaron, nunca tuvo tentaciones de confesar su crimen, ni cursar falsas denuncias de desaparición del niño. Para los padres de la joven, hoy ingresada en la prisión de Palma bajo la acusación de homicidio doloso, hubo "maquinación" por parte de una "chica que nunca fue fácil". "Tenía todo planeado para borrar del mapa a su propio hijo y tenernos engañados a todos, a los de aquí y los de allí", resume, indignado, un pariente de la joven. Burló también al sistema. El DNI de César estaba sin renovar. Su expediente académico, al que su colegio de Noia dio por trasladado por cambio de residencia tras terminar en junio de 2008 de cursar tercero de primaria, seguía sin ser dado de alta dos años después. Pero Mónica cobró hasta su ingreso en la prisión mallorquina el subsidio de desempleo, con la prestación de ayuda familiar. Para el INEM, la joven seguía siendo madre soltera con un niño a cargo.

Pero el chaval, que hoy tendría 11 años, llevaba muerto 28 meses. Tantos como los que transcurrieron desde que fue arrancado de su entorno familiar, escolar y social en la villa coruñesa de apenas 14.000 habitantes donde tenía a sus abuelos maternos, una bisabuela e incluso una tatarabuela. Pero debía marchar porque su joven madre soltera lo reclamó para compartir con ella su nueva vida en Menorca. Los abuelos no querían pero no les quedo más remedio. "Ya estuve con la asistente social, pero no hubo manera, no pude quedarme con él porque ella es la madre y si lo reclama, tengo que mandárselo para allí", se lamentaba María José días después de volver del aeropuerto de Santiago, donde el 1 de julio de 2008 embarcó a su nieto rumbo Menorca, con una maleta y unos cómics manga.

El niño, "dicharachero", extravertido y "que se hacía querer", según sus vecinos de Noia, se reencontró con una madre que, según la versión de la policía, le obligó a llamarle tía en su nueva vida insular, en lugar de mamá. El reencuentro sólo duró diez días. Mónica ahogó con las manos a su criatura. Narró a la Policía que se quedó contemplando el cadáver y lo acunó un rato entre sus brazos. Después, lo metió junto con su ropa, sus juguetes, sus cómics y sus lápices de colores dentro de la maleta que traía el niño cuando llegó a la isla diez días antes. Y dejó el macabro lote tirado en el monte Binidalí.

La parricida quiso borrar todo rastro de su hijo pero no se fijó que en el estuche escolar, bajo la goma de borrar, estaban su nombre y sus iniciales: César J. F. "Vimos las letras muy borrosas, a la luz de un fluorescente del techo. A veces las investigaciones son menos sofisticadas de lo que parecen", comenta un portavoz del Grupo de Homicidios de la Policía de Baleares.

"¿Tienes noticias del niño?", le preguntó hace tres semanas una amiga a la abuela. "Nada de nada, ella no me coge el teléfono. Tampoco me importa un pimiento, no quiero saber nada de ella, pero sí del niño. Y sólo sé por las amigas que él está bien". María José y Víctor, marinero de profesión, adoraban al nieto que criaron en su domicilio de Noia porque a su hija, se quejaban, siempre le costó asumir sus deberes maternos. Poco antes de matarlo, sin embargo, hizo valer sus derechos de custodia para llevárselo inesperadamente.

Activa internauta, adscritas a varias redes sociales como Facebook o My Blog Roll, donde se hacía llamar Muki, La Excarceladora y Terror a la gallega, decidió marcharse a Menorca, supuestamente para trabajar y en realidad para emprender una nueva vida junto a un hombre conocido por Internet. El mismo con el que convivió hasta ahora, ocultándole que el niño al que hacía pasar por su sobrino era en realidad su hijo.

"¿Tienen un chicle?", preguntó Mónica a los guardias civiles que la escoltaron el pasado miércoles en el vuelo desde Mahón hasta Palma, donde permanece encarcelada. Fue su único comentario tras confesar ante el juez el infanticidio que tan minuciosamente logró ocultar dos años y medio. Nunca mostró un atisbo de arrepentimiento. Nunca se tapó la cara en sus entradas y salidas de comisaría o del juzgado. Incluso miró de frente la cámara de los fotográfos de prensa.

Acusada de homicidio doloso, se enfrenta a una pena máxima de 25 años.


http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Llamame/tia/mama/elpepisoc/20101205elpepisoc_5/Tes

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