"Y recordé aquel viejo chiste, aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: "Doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina". Y el doctor responde: "¿Pues por qué no lo mete en un manicomio?". Y el tipo le dice: "Lo haría, pero necesito los huevos". Pues, eso más o menos es lo que pienso sobre las relaciones humanas, saben, son totalmente irracionales y locas y absurdas, pero que continuamos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos." Woody Allen (Annie Hall)
domingo, 9 de junio de 2013
Lucia Etxebarria - El legado de Aznar ...ese gran hombre.
Pan para hoy y hambre para mañana.
Después de que en un delirio egocéntrico salpicado de yo, yo y yo el expresidente Aznar viniera a sugerir en una entrevista que va a entrar de nuevo en política y que él tiene la solución mágica para sacarnos de este embrollo, no está de más aclarar que él nos metió en el embrollo.
El régimen del suelo AA (Antes de Aznar) estaba sometido a una estricta regulación administrativa, en la que se establecía el número de metros cuadrados que se podía edificar en función de la demanda previsible. Pero merced a la ley del Suelo de 1998, creada por Aznar, prácticamente todo suelo era urbanizable.
Se suponía que esta ley reactivaría la economía porque con más suelo aumentarían las viviendas y bajarían los precios. Craso error. Los precios subieron. Tras agilizar notablemente el sistema de licencias y permisos, se compraban y se construían viviendas no porque fueran baratas, sino ¡porque eran caras! y porque se quería especular con ellas.
Así, la ley del Suelo desencadenó una frenética actividad recalificadora gracias a la cual los gobernantes locales veían llenarse las arcas municipales, pero, sobre todo, sus propios bolsillos. El festival del ladrillo, los maletines y las bolsas de basura se acababan de inaugurar.
Ante la inminente llegada del euro, en el 2001, el precio de la vivienda se disparó. Había que blanquear pesetas y otras monedas, a riesgo de perderlas, de forma que fueron llegando capitales evadidos. España sirvió de lavadora para blanquear todo el dinero negro de mafias locales y extranjeras.
Grandes empresas que servían de tapadera a estos grupos se lanzaron a la compra de grandes terrenos rústicos que pagaban a cuatro duros y en negro, y que, posteriormente, y previa recalificación, vendían a promotores a cien veces su valor inicial. Estos a su vez gastaban lo mínimo en la obra y amasaban fortunas a costa de robar al comprador final de la vivienda, que hipotecó su vida por 30 años a cambio de una casa cuyo valor real era un 40 por ciento inferior al pagado (como ha quedado demostrado tras la caída de precios).
Y eso, para que políticos, banqueros, grandes empresarios y promotores hayan saqueado y estafado a un país que tendrá que pagarles durante 50 años este expolio-estafa.
Hasta ese momento, las cajas y los bancos españoles podían prestarse dinero entre ellos, según les sobraran o les faltaran fondos (en el “mercado interbancario estatal”).
Pero con la entrada en la zona euro se podía pedir prestado a bancos extranjeros. Y... ¿a quiénes fuimos a pedir? Bingo: alemanes y franceses. Los mismos que ahora nos reclaman la deuda.
Como sé que una mentira muchas veces repetida y convenientemente amplificada acaba por convertirse en verdad, advierto desde ahora. Aznar creó empleo, sí. Pero no empleo sostenible. Amasó el pan para ayer para unos pocos y sembró el hambre de hoy para una mayoría.
Los intentos de Zapatero de fomentar la vivienda protegida y en alquiler y su nueva ley del Suelo del 2007 no sirvieron de nada.
El PSOE se limitó a cabalgar la burbuja hasta sus últimos estertores. Ambos gobiernos la pifiaron y bien gorda en un asunto crucial: preservar a los ciudadanos de desmanes económicos que se lleven por delante sus ahorros, su empleo y su prosperidad.
Lucía Etxebarria Artículo Opinión Magazine
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