«Intuía que el pueblo español estaría con la República, pero vislumbraba tres peligros: el idealismo intransigente de los extremistas de izquierda, queriendo imponer la Arcadia para hoy mismo; el coletazo o contramarea de la extrema derecha, y las rivalidades ideológicas, que desmenuzarían al centro. No era probable que la República durase mucho ni que viviera en paz interior»
El alzamiento de 1934 [socialista y anarquista] es imperdonable. La
decisión presidencial de llamar al poder a la CEDA era inatacable, inevitable y
hasta debida desde hace ya tiempo. El argumento de que el señor Gil Robles
intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era, a la vez,
hipócrita y falso. Hipócrita porque todo el mundo sabia que los socialistas de
Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la
Constitución de 1931, sin consideración alguna para lo que se proponía o no el
señor Gil Robles; y por otra, a la vista de que el señor Companys y la
Generalidad entera violaron también la Constitución."
"En esta
atmósfera de violencia la vida del espíritu era imposible. Al comienzo de la
guerra se obligó a los intelectuales del país a firmar un manifiesto en favor
de la República, es decir de la revolución que por el extranjero circulaba con
disfraz republicano. Los tres escritores que había fundado la Asociación al
Servicio de la República en 1931, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y
Ramón Pérez de Ayala, repudiaron este manifeisto en cuanto se vieron libres en
la emigración."
La Tercera España: Un liberal de antaño: Salvador de Madariaga
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