miércoles, 31 de julio de 2013

Chris Stewart - Entre limones


Un guiri - Chris Stewart - se marcha a vivir a las Alpujarras.....

                        





"Domingo sonrió y se inclinó para darle un beso, aparentemente acostumbrado a este tipo de bienvenida. Detrás de ella, en una habitación débilmente iluminada, tres o cuatro hombres se inclinaban sobre una olla humeante pinchando con sus navajas trozos de carne de cabra.

    -Os he traído a este extranjero, mi nuevo vecino Cristóbal -anunció Domingo.

    Las navajas se quedaron momentáneamente suspendidas en el aire mientras el grupo de hombres se volvía para mirarme.

    -Es un honor, mucho gusto, encantado -masculló el de más edad, quien me imaginé que sería Eduardo.

    Por lo que podía adivinar entre la penumbra, había un parecido familiar muy fuerte entre éste y al menos dos de los otros hombres agrupados alrededor de la mesa. Eran delgados como palos, bajos, nervudos y sin duda estaban acostumbrados al trabajo duro y a los rigores del clima. Todos tenían una nariz tan prominente que sus demás rasgos faciales parecían ocultarse bajo su sombra.

    -Venid a comer choto -ordenó Eduardo, echando ruidosamente hacia atrás su silla para hacernos sitio en la mesa.

    Domingo sacó su navaja de bolsillo, una larga hoja de borde afilado como una cuchilla de afeitar, y comenzó a cortar y a pinchar la carne al igual que hacían los otros. Con aire vacilante, me saqué mi propia navaja del bolsillo -un cuchillo de podar de punta redondeada y sin afilar- e intenté en vano ensartar algunos pedazos llenos de huesos. No les dije que desde mi más tierna infancia mi madre me había prohibido terminantemente comer con el cuchillo, y que por lo tanto no había adquirido esa técnica.

    Todos dejaron de comer y se pusieron a mirarme con interés.

    -Se hace así, Cristóbal -sugirió Domingo, pero Eduardo ya había perdido la paciencia con su inepto huésped.

    -Dale al hombre un tenedor y tráele vino, mujer -ordenó-, no puede comer en seco.

    Apareció un vaso de costa y, mientras tomaba un sorbo, Eduardo se puso a mirarme fijamente.

    -Mi sobrino me ha dicho que tiene una máquina de esquilar ovejas -aventuró-. La gente de aquí dice que esas cosas te fríen el rebaño."